La pelea de Saúl “Canelo” Álvarez y Jaime Munguía resultaba atractiva, como pocas en el  último tiempo del boxeo, ya que estaban en juego los cuatro títulos supermedianos. Y además tenía el agregado de la polémica que envolvió los días previos al combate entre “Canelo” y el manager Óscar de la Hoya.

Los dos primeros rounds, propio del ímpetu de la juventud, se vio con un grado de superioridad a Munguía, pero en el tercero el actual campeón equiparó. Y en el cuarto le hizo conocer la lona a su retador, que se reincorporó rápidamente, pero entró al terreno predilecto de Álvarez.

En los asaltos siguientes “Canelo” se movió a voluntad y en su ritmo, sus combinaciones llevaban más poder y hacían blanco. Munguía no tenía el peso de hacer temblar al tapatío. Pero demostró ser un retador digno, y en el octavo nuevamente sacó ventaja. Insuficiente aún para llevar las tarjetas a su preferencia.

El transitar de los últimos rounds mostraron a “Canelo” dominador del ritmo, conocedor que sólo una fatalidad o un descuido sumo le arrebatarían el triunfo.

Munguía sabía que sólo el nocaut lo haría poseedor de los cuatro cetros y no se entregó, dio un espectáculo digno de esas cuatro coronas. Y aunque no ganó le hizo saber al campeón que en frente tuvo un contendor que lo puso en aprietos y le arrebató algunos rounds.

Los jueces dieron una victoria unánime. Fue una pelea de verdad, como las que hace tiempo se le pedían a  Saúl “Canelo” Álvarez.