Un lanzamiento de 82,52 metros, el mejor de su vida, le dio el título olímpico del martillo al polaco Wojciech Nowicki, quien había sido bronce en Río 2016.

Cansado de colgarse bronces en los cuatro últimos campeonatos globales (olímpicos o mundiales), Nowicki se hizo con su primer título grande en una presentación impecable en el que superó los 80 metros en sus cinco lanzamientos válidos.

El noruego Eivind Henriksen, con un tiro de 81,58 en la penúltima ronda, se alzó con la medalla de plata, dejando un consuelo de bronce al teórico favorito, el también polaco Pawel Fajdek, que pese a sus cuatro títulos mundiales nunca había estado en una final olímpica.

Fajdek, el mejor lanzador del último decenio, con 62 tiros por encima de los 80 metros, sólo hizo uno más allá de esa marca (81,53) logrando subir por primera vez al podio olímpico luego de ser eliminado en primera ronda en Londres y sumar un pobre registro en Río 2016.