La emotiva carta de Martín Palermo a tres meses de la muerte de Diego Maradona

El entrenador de Curicó Unido tuvo un fuerte vínculo con el "Pelusa".

Martín Palermo, actual entrenador de Curicó Unido y ex compañero de Diego Maradona, publicó una emotiva carta en The Players Tribune a tres meses del fallecimiento  del "10".

El ex delantero contó su relación con Maradona, cómo se enteró de la noticia de su fallecimiento y grandes momentos, como el gol a Perú y el Mundial de Sudáfrica. 

Revisa la carta:

"Todavía no pude asimilar el hecho de que ya no esté. Pasaron tres meses desde que Diego nos dejó. Cuando escuché la noticia, inmediatamente le mandé un mensaje a un periodista amigo que sabía que era cercano a él. '¿Es verdad?'. Me respondió: 'Sí...'. Y en ese momento, uno no... no puede creerlo. O sea... uno se acuerda la cantidad de veces que Diego estuvo en situaciones parecidas, en las que estaba en el hospital y se multiplicaban rumores sobre su muerte, y entonces pensaba: 'No, no puede ser, solamente es lo que están diciendo. Probablemente no sea nada'. Y al final realmente no era nada. Maradona siempre se recupera. Maradona siempre sobrevive. Había pasado tantas veces. Entonces pensás Esta es sólo una más.

Pero después la noticia sobre su recuperación nunca llega. Me agarró mucha ansiedad a medida que seguía esperando. Incluso le mandé un mensaje a Claudia, su ex mujer, para saber si era cierto. Dijo que sí. Y aún así no lo terminás de creer. Tu mente se rehúsa a aceptarlo. Para mí, Diego siempre iba a estar ahí. Estaba seguro de que iba a llegar a los 100 años.

Si pudiera volver el tiempo, haría lo que fuera posible para ayudar a Diego en sus últimos años. Intentaría ayudarlo a que viviera una vida que fuera un poco más natural, un poco más real. Quería verlo envejecer. Pero ayudar a Diego no era fácil, porque muchos lo intentaron, también. Es difícil saber realmente lo que pasó en el último tiempo para que terminara como terminó. No me gustó cómo tuvo que vivir en sus últimos dos años. Ver la figura de él deteriorándose tanto... No era el Maradona que me gustaba ver. Lo que más lamento de todo es que lo hayan dejado tan solo. No se lo cuidó. No se lo ayudó para terminar una vida que fuera digna de quien fue.

Cuando vi a Maradona en el 86, esas emociones se agrandaron. Viendo los partidos en el living de mi casa con mis padres y con mi hermano, vi a Diego llevar al fútbol a una dimensión que nunca había pensado que fuera posible. Los goles, la gloria, la pasión. El fútbol era eso. Cuando salimos a festejar el título en la calle, entendí que esta era la mayor expresión de satisfacción, de alegría, que el fútbol podía traer. Y el origen de toda esa emoción era Maradona.

El momento en el que me sentí más cerca de él, incluso sin haberlo conocido, fue durante el Mundial 94 en Estados Unidos, cuando lo sacaron del torneo y él salió a decir que le habían cortado las piernas. Yo tenía 20 años y había debutado profesionalmente dos años antes. Viéndolo ahí, sintiendo su dolor, despertó una nueva clase de afecto. Cuando lo vi llorar, quería llorar yo también. Es difícil, realmente, describir lo que sentí en ese momento. Todo lo que puedo decir es que me sentí más conectado con él que nunca antes. Era Maradona, era Dios, pero también era humano.

Nada más conocerlo en persona fue un sueño hecho realidad. La primera vez fue cuando yo jugaba en Estudiantes y fuimos a jugar contra Boca en agosto de 1996. Los dos éramos capitanes, así que nos juntamos en el círculo central. Después del sorteo, tomé coraje y le dije: 'Diego, cuando termine el partido, ¿me darías tu camiseta?' Debo haber sonado como un pibe fanático... ¡y lo era! Y esto es lo que pasó: ganamos el partido, metí dos goles, y cuando terminó el partido mandé al utilero a que me buscara la camiseta. Diego me la mandó.

Unos meses después, Maradona le pidió a Mauricio Macri, el presidente de Boca, que me comprara. Era 1997 y ahí tuve el honor de llegar a Boca. El equipo era increíble. Todavía siento que fue una bendición haber podido jugar con él al lado en los últimos meses de su carrera. Obviamente no estaba en la plenitud de su momento de esplendor de los años 80 —el Diego del Napoli, bueno, era otro Maradona. Pero igual te asombraba. Llegaba al entrenamiento y era como si todo se paralizara, y nosotros nada más mirábamos lo que hacía con la pelota, o nos quedábamos viéndolo con la boca abierta mientras clavaba otro tiro libre al ángulo.

Después de eso, empezamos a tener otra clase de relación. Nos unía Boca, y cuando yo todavía jugaba, él volvió al club como director deportivo. Empezamos a interactuar más. Y ahí fue cuando empezamos a tener una relación más personal. Tuvimos gestos que significaron mucho para el otro. Él vino a mi casamiento. Cuando perdí a mi hijo, él estuvo ahí para mí. Y cuando él tuvo momentos difíciles, yo estuve cerca de su familia.

No había jugado para la Selección Argentina desde 1999. Y en 2008, cuando yo tenía 34 años, me lesioné los ligamentos de la rodilla derecha. En ese momento ni siquiera sabía si iba a volver a jugar al fútbol. Pero me recuperé a principios de 2009, y para entonces, por una de esas raras cosas del destino, Diego se había hecho cargo de la Selección Nacional. Y después empezó a apoyarse en los jugadores que estaban en el fútbol local, y no sólo en los que venían de Europa. Y entonces, me llamó. No había jugado por una década con la camiseta argentina y de repente Diego me empezaba a dar partidos. Así llegamos a la parte final de las Eliminatorias para el Mundial, y yo me di cuenta de que podía ser parte.

Adelantamos a octubre de ese año y nos encontramos con el partido en el que le tenemos que ganar a Perú en la anteúltima fecha para mantenernos con chances de ir al Mundial. Era un momento de crisis para Argentina. No ganar un Mundial, ya es bastante malo. ¿Pero ni siquiera ir a un Mundial...? Impensable. Realmente estábamos bajo mucha presión y había que salir con el cuchillo entre los dientes.

Es un clima bíblico. Hacemos un gol. Gracias a Dios, está todo dado para ganar 1-0. Y después llega el empate de Perú antes del final. Desastre. Estábamos terminados. Game over. Chau Mundial. La gente se empieza a ir del estadio, como loca, enojada. Y Diego, que había sido muy criticado en la prensa por sus tácticas, por llamar a un delantero viejo que todos creían terminado... ahora también está listo.

Pero en tiempo de descuento, ganamos un corner. La pelota llega al área y me queda de frente, para que la toque rumbo a la red. Gol. Empiezo a correr como un loco, con todos los compañeros que me persiguen. El estadio explota. Diego también se manda corriendo al campo, se tira de cabeza y aterriza en el pasto mojado. Qué momento. ¡Qué noche!"

Me gusta pensar que si mi vida fuera como una película, y la primera escena fuera esa foto en la que estoy pateando una pelota, el final, cuando llegan los títulos, sería el de ese festejo de gol bajo la lluvia.

Después de marcar un gol como ese, uno se empieza a preguntar qué va a pasar en el verdadero Mundial. Nunca había ido a uno. Y ahora Diego se estaba preparando para anunciar al plantel definitivo, y la incertidumbre había estado en el aire por meses. No tenía idea si me iba a llevar. Cada tanto me llamaba y me preguntaba cómo andaba. Y justo antes de la convocatoria, me llamó y me dijo: "Martín, te tenés que presentar el lunes. Vas a ir al Mundial.

Todavía me acuerdo de su voz en ese llamado como si fuera ayer. Sólo podía estarle agradecido. Lo único que le decía: 'Gracias, Diego. Gracias por la oportunidad. Siempre mis palabras para él fueron de agradecimiento. Lo mismo cuando le hice el gol a Perú: un abrazo y un gracias. Así es como era.

Sabía que no iba a estar entre los titulares. Tenía 36 años cuando fui a Sudáfrica, y en el plantel había jugadores como Lionel Messi y Carlos Tevez, así que lo entendía. Pero en el último partido del grupo, contra Grecia, ya estábamos clasificados para la siguiente ronda, y Diego me puso en los últimos 10 minutos. Fue mi primer partido en un Mundial. E hice un gol. Lo hice con mi familia en la tribuna: mi hermano, mi hijo mayor, mi mujer. Fue uno de los momentos más felices de mi carrera, y otro de los que conectó muchos puntos. Sentí como si mi carrera hubiera llegado a completar un círculo".

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