La columna de Rodrigo Goldberg: Me duele la U
Revisa la opinión del comentarista de Al Aire Libre en Cooperativa.
Por Rodrigo Goldberg, @polaco_goldberg
El desastre ocurrido ayer miércoles en el Estadio Nacional tiene varias raíces y por tanto varios responsables. Desde Carlos Heller y su directorio hasta futbolistas a los que le quedó enorme la camiseta azul, pasando también por su gerente técnico.
Y cuando se analizan las razones (multifactoriales) hay un denominador común que nos explica el por qué se toman estas decisiones. Es la escalofriante desesperación.
La impotencia y necesidad de triunfos y, en especial, de demostrar capacidad, ha llevado a la U a una seguidilla de tropiezos sucesivos en los cuales parece atrapada en una pesadilla recurrente. Esta nube no les permite ver más allá del horizonte (como reza el himno) y por tanto las decisiones se toman pensando en el "aquí y ahora". Ha quedado archidemostrado que los millones del presidente no son garantía de éxito, pero aun así los planteles se arman pensando en ganar y no en el futuro deportivo del club. A jugadores que llevan temporadas sin rendir se les renueva el contrato de manera inentendible y las divisiones inferiores pareciera que no existen.
Al parecer un título vale más que la sostenibilidad en el tiempo lo cual sería entendible en un equipo de menor convocatoria o de menores recursos que año a año tiene que reformar planteles, pero no un equipo grande que puede (y al parecer no quiere) planificar a futuro.
El resumen de los últimos años es sencillo y conocido: Llega un nuevo DT al equipo. Los dirigentes compran jugadores. Al equipo le va mal. Despiden al entrenador, el cual declara "yo no armé este plantel". La dirigencia contrata un nuevo DT. (Lea esto último las veces que sea necesario).
Con esta modalidad la U no sólo no ha conseguido los objetivos, también ha perdido una exorbitante cantidad de plata lo que parece importar menos.
La angustia y la impotencia han provocado un sinfín de intentos de arreglar las cosas de inmediato con medidas desesperadas. Como cuando alguien se manda una embarrada (a propósito de este 14 de febrero) lo primero que intenta es arreglarlo con un regalo o demostración grandilocuente. Mientras más grande la macana más grande es el regalo decía mi santa madre.
En 2016 la U tocó la puerta de Colo Colo para comprar a Jean Beausejour en 2,5 millones de dólares cuando ya tenían dos laterales izquierdos (ambos extranjeros como si fuera poco) y el equipo no daba pie en bola de la mano de un novato Sebastian Beccacece (de brillante presente en la Superliga argentina). La U se gastó un platal histórico esa temporada aun cuando parte de la directiva sabía que el blondo DT tendría corta vida, sin embargo le siguieron llevando lo que pedía como si fuera el emperador de Roma. El desenlace de esta historia es ya conocido.
Hoy el error se repite y el plantel cuenta con cuatro centrodelanteros por solo poner un ejemplo. Lo curioso es que recién ahora se dieron cuenta que les falta un futbolista de enlace.
La pretemporada comenzó con siete refuerzos, situación ideal para cualquier técnico, pero no fue hasta hace una semana que pensaron que faltaba un jugador de esas características. Cuesta creer que nadie se dio cuenta. Como también cuesta entender que Azul Azul no se ha dado cuenta de este círculo vicioso interminable en el que está metido. Los errores se repiten y terminan sufriendo los hinchas dentro de los cuales me incluyo. Me duele mucho ver lo que vi. Me duele la U.