La columna de Aldo Schiappacasse: El tendón (¿o talón?) de Aquiles
El comentarista de Al Aire Libre analiza la dura lesión que sufrió Claudio Bravo.
Por Aldo Rómulo Schiappacasse, @AldoRomuloS
La lesión de Claudio Bravo es una desgracia, pero no una tragedia. Fue fruto del infortunio y se produjo en un momento ingrato, que obligará al Manchester City a buscarle un reemplazante cuando la temporada recién comienza.
Serán largos meses de recuperación que comenzarán justo en el momento en que se avecina una nueva convocatoria de la selección chilena, lo que obligaba al cuerpo técnico, la dirigencia y, sobre todo, al propio jugador a reevaluar las posturas que motivaron el quiebre y la renuncia de Bravo a la primera nómina tras la eliminación del Mundial.
Era, además, la oportunidad para que las tensiones internas que todos conocemos se sometieran a otra prueba. La más definitiva, quizás, porque una convocatoria del ex capitán a la gira por Asia obligaba al debate largamente dilatado entre Bravo y sus compañeros.
Pero el tendón de Aquiles quiso otra cosa. En ese escenario me llamó la atención la poca generosidad de los seleccionados para enviar un mensaje público a su antiguo líder. No es cualquier cosa para un grupo que utiliza las redes sociales para un montón de cosas: para decir que llevaron a sus hijos al colegio, para promocionar una marca de ropa, para felicitar a un jugador que firmó contrato, para reclamar contra la violencia ciudadana, para mostrarnos su look, para decirnos cuál es su canción favorita.
¿Realmente la división es tan grande para que ninguno de los referentes históricos, los que ganaron dos Copas Américas y clasificaron a dos mundiales, tuviera un gesto de grandeza para condolerse del compañero herido? Con algunas pocas -y muy honrosas- excepciones, un grupo que convirtió la era digital en su manera de contactarse con la realidad prefirió marginarse en esta pasada de un protocolo que han seguido en ocasiones mucho menores.
No quisiera especular ni sacar conclusiones apresuradas. Quizás el desfile de abrazos se produjo en privado, y en el viejo estilo de hablarse directamente. Pero la señal es contundente y, en mi criterio, de ser real, desnuda una fricción mucho mayor de la presupuestada.
Las posturas individuales -incluida la mía- con respecto a las actitudes de Bravo y su entorno están claras desde hace rato, pero eso no significa no reconocer dos factores elementales: es el arquero más exitoso en la historia del país y fue el capitán y símbolo de la generación dorada. Desde esa perspectiva, su desgracia cobra ribetes especiales. Y, honestamente, me encantaría verlo en la cancha en la próxima Copa América.
Significaría que ha sanado y que las heridas que pudo haber provocado también cicatrizaron. Y eso sería motivo de alegría y gozo. Para todos.