La columna de Aldo Schiappacasse: Los triunfos morales

El comentarista de Al Aire Libre analizó la derrota de Colo Colo en Copa Libertadores.

Tenemos el hábito de conjugar al fútbol chileno en condicional. Si Arpi Philo no nos hubiera robado, si Morena no nos hace el gol en el último minuto, si la UC no hubiera caído tan estrepitosamente ante Sao Paulo, si Rodas cobra ese penal a Salas, si en los últimos diez años Colo Colo no hubiera recibido goles en los últimos minutos.

Si no fuera por los equipos de Jozic y Sampaoli, nuestro historial sería una larga letanía de triunfos morales, el ejercicio de verbalizar optimistamente lo que en cualquier parte sería un desastre. "Jugamos bien, pero perdimos en los detalles"; "dominamos todo el partido, pero nos hicieron el gol en la única oportunidad que tuvieron"; "nos vamos eliminados, pero con la frente en alto".

Discursos todos que la selección chilena derribó tras conseguir dos Copas Américas consecutivas ganándole a la Argentina de Messi, cuando lo más razonable era seguir la tradición. "Si el 'Pocho' Lavezzi no hubiera marcado ese gol al final", "si no perdíamos esa definición", "si Alexis no la hubiera picado".

La desastrosa campaña internacional de los equipos chilenos no sólo nos sitúa otra vez en el pantanoso terreno de explicar derrotas absurdas (como la de Everton ante Caracas), sino que además nos lanza al desaforado ejercicio de la autoflagelación para explicar un paupérrimo rendimiento. Como en los viejos tiempos un largo listado de causales se esgrimen para explicar cómo todos nos han pasado por encima, en un período donde el fútbol chileno vive un confort financiero pocas veces visto en su historia.

La derrota de Colo Colo ante Atlético Nacional no es sorpresiva en ese escenario. Parece incluso de toda lógica. Lo que es inexplicable es el discurso de sus jugadores y de Pablo Guede, tan propio de los tiempos que corren. Que el entrenador asegure, reiteradamente, que "este es el camino" para pasar a octavos de final (previo enfrentamiento ante el Delfín y el Bolívar, dos conjuntos de escaso palmarés) nos hace retroceder directamente a la época de los triunfos morales, del verso ilustrado, del malabarismo conceptual.

Los albos dieron una pálida demostración futbolística en el debut, para el cual se habían preparado ampliamente. Floja, débil, esmirriada. Y eso requería de una disección más profunda de parte de un técnico que, en algún momento, apareció y se proclamó como un revolucionario. En el fondo del pozo, nadie fue capaz de prender una luz. Ni en la cancha, ni frente a los micrófonos.

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