El Deportivo Riestra está a punto de subir de división en el fútbol argentino. El partido que estaba ganando por 2 a 0 a comunicaciones por la final del Metropolitano B debió ser suspendido porque uno de los jugadores del Riestra que estaba en la tribuna invadió el campo de juego a cinco minutos del final, siendo seguido por hinchas del club.

La AFA resolvió que los cinco minutos se jueguen el jueves. Hasta allí la historia es rara, pero normal para el fútbol. Lo extraño estuvo en los alegatos de Comunicaciones, alegando que una de las áreas de la cancha era más grande que la otra, detalle no menor porque uno de los goles del Riestra se produjo de penal, y cometido en el área más grande. Las investigaciones determinaron que efectivamente un área tenía dos metros más de largo y de ancho que la otra, para aumentar las posibilidades que le cometieran penal a la escuadra local.

Los cinco minutos no se podrán, por ende, jugar en esa cancha, y el club fue multado con 20 puntos de descuento en la próxima temporada, diez fechas de sanción para el estadio y 300 entradas por diez encuentros.

La situación  trajo a cuento otro lío increíble con una cancha en el fútbol argentino. Hace pocos meses fue sancionado el estadio de Liniers debido a que el campo de juego tenía un problema de encuadre. Así era: después de 30 años, las autoridades advirtieron que las líneas perimetrales estaban torcidas.

La cancha de Liniers.

El estadio de "La Topadora", inaugurado en el 1987, funcionó durante tres décadas sin problemas, hasta que alguien decidió echarle un vistazo al recinto en Google Earth y descubrió… que la cancha estaba chueca. La situación era tan insólita y fue tan evidente la falta de fiscalización, que se le permitió realizar las modificaciones, sin sanción, para seguir jugando en la primera D.