No es mentira que el grupo base de jugadores de esta selección chilena esté agotado por las extenuantes temporadas que enfrentaron en sus ligas. Tampoco que la Roja se ganó un respeto internacional en el último tiempo que motivó a los técnicos rivales a estudiarla en profundidad y a bloquearle a sus principales figuras y a sus principales movimientos.

Pero tampoco es falso un viejo axioma en el fútbol, que señala que los funcionamientos, fórmulas y estrategias no funcionan si no van acompañadas de altos rendimientos individuales.

Eso le pasó a Chile ayer (martes) en su victoria por 4-2 sobre Panamá. Mejoraron notablemente algunos que no habían conseguido brillar. Gran partido de Alexis Sánchez y Eduardo Vargas, reconciliación con la red de ambos y las sonrisas no tardaron en volver. Asistidos correctamente desde las bandas donde Fuenzalida y Beausejour también destacaron en sus tareas ofensivas. Más el despliegue infatigable e intenso de Vidal, se anotan como puntos altos.

Ojalá esos nombres sigan brillando en la Copa. Sus actuaciones son vitales para el resultado final de la Roja. Pero la próxima estación, donde espera el exigente México, requiere algo más. Sería miope no reparar en las graves falencias defensivas, dramáticas cuando se pierde la pelota cerca del área propia y queda poco por remediar. Mal Jara en esa faceta, irreconocible Aranguiz, que tiene el despliegue y la inteligencia de siempre, pero que no estuvo fino en el primer pase. Pudo costar un gol extra.

Juan Antonio Pizzi se mantiene fiel a su idea, sólo matices parecen separarla de la del DT anterior. Ahora faltan dos cosas: agregarle variantes al equipo para que deje de ser un elenco predecible y que sus figuras brillen a la altura adecuada. Sólo así alcanzará para ganarle a México este sábado en Santa Clara. Y para empezar a soñar con revivir los inolvidables momentos de julio de 2015.