Con 34 años recién cumplidos, tengo una temporada más de recuerdos ligados al fútbol. Hace 20 ó 25 años era panorama de sábado ver partidos del torneo nacional chileno en familia. Sobre todo en TVN, a las 19:00 horas, cuando generalmente Colo Colo o las universidades iban a regiones a buscar puntos difíciles.

En esa línea aparecían las visitas al Regional de Concepción, al "Germán Becker" de Temuco, al Parque Schott de Osorno o al Chinquihue de Puerto Montt.

La mayoría de las veces, por no decir todas, había lluvia, lo que provocaba que el campo de juego fuera un barreal, donde los jugadores terminaban embarrados y mojados. Era una realidad y nadie lloraba.

El partido ícono que recuerdo fue Puerto Montt con Universidad Católica en el Torneo de Apertura 1997. Los cruzados perdían 2-0, en un duelo con lluvia, con cancha barrosa, lo dieron vuelta 3-2 con un gol de Andrés Romero y terminaron siendo campeones meses después. Espectáculo y emoción hasta el final.

Dos décadas después da la casualidad que quienes jugaban esos partidos y no se quejaban, ahora son técnicos, como José Luis Sierra. Parece que su forma de ver el cuento ha cambiado. Y no sólo la de ellos, sino también la de los dirigentes.

Hace 20 años el presidente de la ANFP era Ricardo Abumohor y su brazo derecho era Pablo Hoffmann. Y habiendo canchas para el olvido por el agua, nunca fueron partidarios de suspensiones. Ahora ambos encabezan a O'Higgins y los celestes suspendieron su partido con Universidad de Chile.

¿Qué ha cambiado en este tiempo? Sólo dos cosas: que ahora se suspenden partidos por lluvia como deporte nacional y que el Gobierno se metió la mano al bolsillo para construir nuevos estadios.

El tema es que Chile es el país más austral del mundo y que suspenda partidos por lluvia es tan ilógico como que un niño en Punta Arenas pida a sus papás no ir al colegio porque está lloviendo. Esa es su realidad y tiene que abordarla.

Si hace 20 años no se suspendían partidos y ahora sí… no podemos justificar las decisiones "porque la cancha se puede echar a perder". O sea antes éramos despreocupados. Por último, si se cancelan encuentros, que den como razón la protección de los jugadores ante posibles lesiones. Sería más válido y más entendible.

Sin embargo, hay que hacerse cargo de esto de una vez por todas. Estamos en el 2015, no se olviden de eso. Y si sabemos desde 1810 las condiciones climáticas de Chile qué cresta estamos esperando para construir estadios techados. Es el paso que hay que dar. Si el Gobierno puso dinero para construir estadios, podrían haber levantado varios menos, pero los que se hicieran, fueran con techo removible.

No podemos seguir dando pena con algo que se ve tan simple. El problema es que muchos estadios ya existen y no fueron pensados para tener "cabeza". Y claramente no hay dinero para demoler y levantar un nuevo recinto.

Lo que sí, cada estadio, podría comprar una carpeta, como la que tiene el Estadio Monumental. Hagan el esfuerzo, si es que les interesa.

Pero ya sabemos, a futuro, hay que tener en cuenta esto. Estadio nuevo, estadio con techo. Azul Azul y antes la Corfuch, que lleva años prometiendo e ilusionando a sus hinchas con un estadio, deberían agregar el techo en el plano. Para cuando pase.

El resto, a quitar dramatismo a la lluvia, si es un acompañante constante en nuestro país. Si en Noruega como en tantos países nórdicos se juega con nieve, por qué en Chile no podemos jugar con lluvia.

 Y si se decide suspender un duelo, que sea pocas horas antes del mismo. Por apresurados se toman malas decisiones. El duelo de la UC con La Calera se suspendió cerca del mediodía, cuando la pelota no daba bote en la cancha, es cierto, pero luego pasaron seis horas sin lluvia. O lo mismo con O'Higgins y la U. Se suspendió el viernes y el sábado a la hora del partido había sol. Un chiste. Y malo.

Si queremos que nuestro fútbol chileno crezca tomemos buenas decisiones y pensando en el futuro. No podemos seguir pateando un problema que no acabará nunca. Porque la lluvia no parará nunca, cada año, seguiremos en la misma.

O convivimos con la lluvia, o nos hacemos cargo de cómo enfrentarla. Porque aplazar partidos en el 2015 habla de una desprolijidad tremenda.