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Por Rodrigo Hernández desde California

Aeropuerto de Miami: Fernando y Nicolás están de buen ánimo. Mejor dicho, de excelente ánimo. Poco y nada se notan sus dolorosas eliminaciones en el Masters Series de Miami donde tuvieron sus partidos ganados y resignaron su paso a octavos de final ¿La razón? Se están juntando para viajar a Copa Davis y no hay más. Es lo único que importa.

Massú llega primero, saluda con afecto a Hans Gildemeister y Ronnie Arencibia, masajista cubano radicado hasta hace poco en Chile y que cuenta su increíble historia para entrar a Estados Unidos donde viven sus padres. En la aduana estadounidense le pusieron mil y una trabas, pero él se mantuvo firme en sus derechos. Y logró entrar por la puerta ancha. Hoy tiene todos sus papeles en regla, trabaja en distintos clubes de tenis de Miami y sus servicios son requeridos por otros tenistas del circuito.

Tiene hambre "Nico", pide una pizza mientras la mayoría de los pasajeros ya embarcaron. Le dan una pequeña y se queja de su mala suerte. González, un experto en llegar sobre la hora a los aeropuertos, se sube al avión incluso minutos después. Saluda a todos, charla animadamente con Massú y se calza sus fonos. Duerme la mayor parte del viaje mientras el viñamarino saca pecho por una nota a doble página en la revista de American Airlines. "Se la va a mostrar a su compañera de asiento", bromea Gildemesiter.

El arribo a Los Angeles se cumple según itinerario. Fue un largo viaje. De costa a costa, pero los muchachos siguen contentos. Es la mística copera que se va impregnando minuto a minuto.

La misión es ahora encontrar la camioneta de Horacio Matta, el ayudante técnico de Gildemeister que los va a conducir hasta Palm Spring. Nicolás y Fernando se encargan de llevar sus maletas. A duras penas el santiaguino que trae una gran cantidad de ropa. Massú un poco menos, pero recuerda que en Miami llegó a tener 20 pares de zapatillas nuevas. Lo importante es que las de pasto van en el bolso.

El viaje que debía tardar una hora y 45 minutos, demoró el doble por el monstruoso tráfico para salir de Los Angeles. ¿Qué hacemos?. Se va la luz, se preguntaron mientras caía la tarde. Directo a entrenar fue la respuesta, con maletas y todo. Antes de hacer el check-inn en el hotel incluso.

Convicción, se llama. "Aperrados desde el primer día", bromeaban ellos. Cada entrenamiento en pasto es un paso adelante. Y a la vez una contradicción si pensaran en sus carreras porque varios de los mejores tenistas del mundo están por estos días comenzando a preparar la gira europea de arcilla.

El PG West Country Club recibe a los chilenos. Son canchas arrendadas y tienen el pasto largo. Todo lo contrario a lo que les espera en el Misión Hills Country Club, donde la instrucción es no cederle las canchas –ni siquiera las de entrenamiento- hasta el lunes.

Pero Gildemeister, viejo zorro, tiene una carta bajo la manga. Y este viernes se levanta temprano para visitar la sede oficial. Habla con el director a cargo y le pide una cancha para entrenar con los muchachos. Contra todos los pronósticos les prestan la cancha 25, una de las cuatro disponibles en el lugar. Punto a favor para el capitán.

A 50 metros del lugar se levanta el court central. Está listo, unos empleados mexicanos del country acaban de pintar las líneas y dicen que el pasto está corto, tanto o más que en la cancha donde practicaron los campeones olímpicos. En cualquier momento les pueden decir que corten aún más el césped. "Para hacer la cancha más rápida", apunta uno de ellos.

Así transcurren las primeras horas del equipo chileno en California. Nicolás comenta que corrió la lista de la Copa del Mundo de Düsseldorf y que Chile está adentro. Ahora debe decidir junto a Fernando si juegan o no. Sería su cuarta participación consecutiva. Una buena noticia para los ex bicampeones mundiales.