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Lluvia ácida en Düsseldorf

El cambio a una cancha techada a raíz de las precipitaciones perjudicó a Chile. Mientras Ljubicic y Ancic marcaron diferencias con su saque, González cayó jugando un partidazo y Massú se atrapó con el riesgo de una nueva lesión por el pésimo estado de la pista.

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Por Rodrigo Hernández, desde Düsseldorf

 

"Somos quemados", reflexionaba esta mañana Nicolás Massú cuando no paraba de llover sobre Dusseldorf y se enteraba que la organización de la Copa del Mundo había decidido trasladar la serie ante los campeones de Copa Davis a la cancha techada que, como todos lo años, se preparó para este tipo de eventualidades.

 

"No nos conviene, sacan muy bien y bajo techo les favorece", agregaba malhumorado mientras se trasladaba junto a Gabriel Markus al estadio de los Metrostars, equipo de jockey sobre hielo de Dusseldorf. Tenía razón los croatas marcaron diferencias con su servicio y dejaron a Chile sin una nueva final en la Copa del Mundo.

 

A primera hora Fernando González e Iván Ljubicic jugaron el mejor partido del campeonato. Un encuentro de primer nivel en el que ambos mostraron todo su repertorio y no se regalaron nada. Los periodistas croatas lo habían anticipado, llegando a la fase decisiva sus jugadores iban a dar el ciento diez por ciento, ya que estando fuera de carrera en Copa Davis -perdió con Argentina en cuartos de final- el título de Dusseldorf es un gran sucedáneo.

 

"Debe ser primera vez que siento que jugué tan bien en una derrota", dijo González. Y lo cierto es que su reflexión no merece crítica. Estuvo a la altura de las últimas semanas y si perdió fue simplemente porque el número cuatro del mundo aprovechó mejor los puntos de quiebre. Ambos tuvieron ocho opciones de ruptura durante el partido, la diferencia estuvo en que el bombardero croata convirtió dos.

 

"Sacó increíble, en la mayoría de puntos de quiebre a favor me metió un saque ganador y contra eso es poco lo que puede hacer", agregó el número nueve del mundo que hizo su estreno en sociedad con Larry Stefanki, quien no dejó de darle consejos. El 7-5, 6-7 y 6-4 a favor de Ljubicic revela lo apretado del cotejo y los dos quiebres de servicio que marcaron su desenlace.

 

Si el primero fue un partidazo, el segundo quedó en promesa. El buen pronóstico de Massú ante Mario Ancic jugando al aire libre no se mantuvo al cambiar las condiciones, por el contrario, se invirtió proporcionalmente con el correr de los primeros games.

 

Mientras Súper Mario fallaba poco y nada, el viñamarino sentía que su integridad corría riesgo al desplazarse en una cancha en extremo blanda y que dejaba grandes surcos cuando el campeón olímpico se desplazaba. "No era seguro, no podía correr, se me venía a la cabeza la imagen de Roddick lesionándose y quedando fuera de Roland Garros, fue mucho el tiempo que estuve lesionado del tobillo como para que me sucediera lo mismo", apuntó el viñamarino.

 

"Estoy caliente", decía poco después su nick en el Messenger.

 

De seguro, el partido hubiese sido distinto en el Rochusclub con pelotas más pesadas, producto de la humedad reinante, y el viento que siempre complica a los sacadores. Pero lo clave es hubiera sido diferente porque la cancha central estaba en mejores estado, más compacta y Massú no se habría atrapado en los fantasmas de una posible lesión.

 

Voces críticas preguntaron más tarde por qué a Massú le afectó más que a Ljubicic, González y Ancic. La respuesta está en la pesadilla que vivió durante los primeros cinco meses de 2005. Yo, al menos, lo comprendo. Su derrota no fue un retroceso, está jugando bien, con confianza y capacitado para llegar a tercera ronda con Federer en Bois de Bulogne. Sería lo esperable.

 

Terminó Dusseldorf para Chile y sólo la campaña de González y Massú a fin de temporada dirá si en 2007 están nuevamente entre los ocho aceptados. Por ahora, están adentro, aunque de verdad más que pensar en 12 meses más todos queremos una gran actuación de ambos en la arcilla francesa.