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En Melbourne la perfección sí existe

Fernando González estuvo impecable, sin problemas ni errores derrotó al alemán Tommy Haas en sets corridos y alcanzó la final del abierto de Australia, donde lo espera el temible Roger Federer.

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Por José Arnaldo Pérez, enviado especial a Melbourne. japerez@cooperativa.cl

 

No hablemos de que Fernando González está haciendo historia, más bien la está escribiendo, y tiene todavía el lápiz en su poder para seguir aumentando las páginas. Esto porque el número uno de Chile derrotó de forma impecable al alemán Tommy Haas por 6-1, 6-3 y 6-1 en sólo hora y media de juego, y ahora tendrá por rival en la final al número uno del mundo Roger Federer.

 

Pero contemos cómo fue la antesala de este día espléndido para nuestro tenis. Día histórico también para los australianos. No, no por Fernando y su triunfo sino porque es su día nacional. Y por eso el marco del triunfo se vio más bello, ya que justo cuando concretó la victoria explotaron fuegos de artificio.

 

Antes en la mañana, cuando todo estaba cerrado en Melbourne y en el país oceánico por su día festivo, un disciplinado González cumplía con su entrenamiento en un complejo todavía vacío. En medio de su práctica se dio la hora de aperturas de puertas y allí se hizo palpable el atractivo que despierta nuestro tenista. Niños, damas, periodistas y compatriotas corrían a obtener alguna fotografía, nota o autógrafo.

 

Otros curiosos decían o consultaban por qué llevaba el apellido de su oponente como un aviso publicitario. Había que explicar que el nombre corresponde a una palta y que más aún tiene diferencia en las letras finales con doble "s" y no doble "a" como el tenista teutón. Hecho que les parecía muy simpático.

 

La prensa escrita también nos sorprendía, porque la mayoría de los diarios como The Age y el Herald traían notas exclusivas dedicadas al nuestro. Lo rebautizaban una vez más, ahora como "Señor derecha" en honor a su golpe demoledor. También sume el de "Gonzo" algo que para los "gringos", según nos explicaron, tiene que ver con locura, y se le asocia a lo que se parece a las letras del apellido.

 

O por último, "Red Hot Chili Peppers". En fin. Cosas de periodistas. Otros entrevistaban a su técnico Larry Stefanki, quien aseguraba que Fernando ya tenía esa materia prima y sólo fue cosa de ajustar detalles menores en el revés, la devolución de servicio y el juego de malla. Y que para él Fernando González tenía el segundo mejor derecho de la historia, poniendo sólo a Iván Lendl (gran jugador checo de la década del 70’ y sobretodo 80’) en un peldaño superior.

 

Una vez más González tuvo que ser escoltado al término de su práctica por los guardias ante tantos fanáticos, y ni les cuento cómo fue el tema en la práctica vespertina. Porque sí, hoy entrenó dos veces antes del partido con Haas. Allí y con plena jornada en desarrollo, el número de chilenos y otros fanáticos que se agolpó a ver al nacional sólo ha sido comparable con los que siguen a Federer o Nadal.

 

El nuestro siempre alegre y llano al llamado de los hinchas seguía el ritual de los ídolos de firmar todo lo que le ponían por delante... Menos los cheques en blanco, claro está.

 

En la cancha todo fue lindante en lo perfecto. Apabulló a Haas, en tres sets seguidos, sólo tres errores no forzados, hora y media de juego y con un marcador que se expresa en los parciales de 6-1, 6-3 y 6-1. Es decir, Federer fue elogiado al máximo porque cedió seis juegos a Roddick. Qué dirán con González, que sólo otorgó cinco. Increíble, ¿no creen ustedes?

 

Dar más detalles del partido sería injusto, ya que me siento en mi calidad humana ínfimo y sin capacidad de rozar la perfección, que es lo que hizo Fernando con buen servicio, gran derecho, mejor revés, velocidad y cabeza fría. Lo ganó con facilidad, jugando notable. Tanto que el alemán atinó a decir "él jugó casi perfecto, cometí muchos errores, y cada vez que quise variar él encontraba respuesta".

 

O sea, cual maestro culinario vio las ventajas frente al alimento que preparaba, sacó lo mejor para darle felicidad a los que paladearan su plato (partido en esta ocasión) y cuando el bondadoso fruto se le presentó en frente, no tuvo otra cosa mas que comérselo ahí mismo. Y adiós palta. O, nada que ver el alemán y su apellido con eso. Da igual, pasemos al siguiente plato. Que esperamos sea un queso suizo muy dulce...