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El verdadero problema

La historia de partidos como el jugado por Chile en Israel es tan larga como ancha. Los goles que nos han hecho por descuidos elementales, es mayor aún.

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Por Marco Antonio Cumsille desde Tel Aviv

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Puedo mencionar al menos tres goles claves en épocas recientes que nos dolieron hasta el alma. El primero de Paraguay en la última fecha de clasificatorias, originado en un saque del arquero rival, un despeje que no se hace y la definición simple en contra nuestra. O el que le hace River a la Universidad Católica en San Carlos, con un lateral que trata de salir jugando, la pierde y lo clavan de vuelta. Para que vamos a magnificar lo del Ramat Gan. Hasta un principiante sabe que en un tiro libre en contra, alguien debe pararse delante del balón para proteger al arquero cuando hace su barrera.

 

Nuestros errores futbolísticos no son privativos de la selección, pero la vitrina de la roja siempre los amplifica. Como no olvidar la derrota ante Camerún en Sydney 2000, cuando el equipo africano nos dejó fuera de la disputa del oro, simplemente porque no supimos resolver en dos pelotas consecutivas.

 

Hernán Godoy, el popular "Clavito", se hizo famoso con su pizarra, cuando catalogó a uno de los jugadores de la U, como "pavo". Siendo sinceros, a nivel internacional todos lo somos y queda demostrado, ya no sólo en los partidos importantes, sino en amistosos trascendentes como del de Tel Aviv.

 

Marcelo Bielsa lo planificó hasta el más mínimo detalle. Coberturas, contranticipo de los wines, desdoblamiento ofensivo, presión sobre la salida del rival, y todas aquellas obsesiones que lo llevan a cuadricular la cancha y a repetir en entrenamiento a sus jugadores hasta el cansancio, simplemente para que todo salga bien. Pero ello no basta ni sirve, a veces la picardía y el barrio son más importantes que todo lo anterior.

 

En Chile, tratando se seguir la escuela de los vivos, terminamos montando una farsa que en Maracaná nos salió demasiado caro. Ninguno de nosotros quiere volver a los tiempos aquellos, pero tampoco podemos seguir portándonos como la selección de un seminario eclesial. Además, no me cabe duda que cuando juegan los aspirantes a sacerdotes, la expresión máxima del idealismo y el fair play, siempre hay un seminarista que cubre la pelota antes de un tiro libre.

 

Bueno, están claros los problemas que tenemos atrás, pero qué pasa con lo que sucede adelante. De los últimos dos años, en un total de 17 partidos, mitad era Acosta, mitad Bielsa, en diez de ellos no hemos hecho goles. Ese si que es problema y nos va a costar mucho resolverlo.

 

Para las generaciones que crecieron viendo a Salas y Zamorano, o a los más veteranos que nos acunamos con los golazos del gran Carlos Caszely, el tema de la falta de gol parece ser un fenómeno reciente, pero la verdad sea dicha, el déficit histórico del fútbol chileno es hacer goles con la roja a nivel internacional.

 

Basta mirar los anales de la Confederación Sudamericana para descubrir que son contados con los dedos los goleadores nuestros en los Sudamericanos, en Copa América y también en la Libertadores.

 

La última vez que fuimos al Mundial, lo hicimos por diferencia de goles, porque teníamos a dos de nuestros mejores delanteros históricos que empujaron al equipo rumbo a una verdadera proeza.

 

Ahora, Sánchez es un fuera de serie, pero no tiene gol; Suazo la rompe, pero cuando no lo hacen jugar contra la raya; y Mark González, de tanto en tanto, se anota con un cañonazo, es demasiado esporádico para las necesidades chilenas. Insisto, son buenos, pero con el concepto no nos alcanza para poner la diferencia.

 

Si miramos hacia La Paz y a Puerto La Cruz, que son las próximas citas eliminatorias, habrá que apuntar a la falta de picardía, para que no nos marquen como en Israel, pero especialmente habrá que encarar y trabajar la carencia de poder de fuego frente al arco rival, Porque, créanme, sin gol estamos definitivamente condenados.