La bitácora de viaje de Aldo Schiappacasse desde Suwon: El K-Pop, Valdés y los cachitos
Revisa el análisis del partido entre Chile y Corea del Sur en palabras del comentarista de Al Aire Libre en Cooperativa.
Por Aldo Schiappacasse, @AldoRomuloS
Si Diego Valdés no se equivoca en el último segundo del partido, o si hubiera sido generoso y le sirve el gol a Martín Rodríguez, de otra cosa estaríamos hablando. No de algo etéreo o subjetivo como tener la pelota y ser protagonistas, sino de algo concreto como una victoria. La tuvieron Vidal y el mismo Valdés antes, pero como no se puede comentar desde lo que pudo ser y no fue, habrá que debatir sobre sensaciones.
Y la mía es buena. El partido fue intenso, rápido, emotivo. Los coreanos son rápidos e incansables y tienen a Son, que les marca la diferencia. Nosotros descansamos en los veteranos y también en Arias y Valdés, dos que estuvieron a la altura del desafío. Los centrales correctos y los de arriba -sobre todo Diego Rubio- aún no conforman del todo.
Igual se avanza, en medio de una gira extraña. Queda, en el acto presencial del partido, un par de cosas. Los cachitos de diablo iluminados que usan todas las mujeres y niños para representar a los "diablos rojos" de Corea y que le dan al estadio un aspecto singular, que sólo empalidece cuando todo el público prende sus celulares. Es, mal que mal, la ciudad de la Samsung.
Y sorprende también la cantidad de mujeres jóvenes y solas que fueron al Suwon Stadium, como si fuera un gigantesco concierto de K-Pop, que gritan ante cada jugada e idolatran sin medida a Son, al punto de estallar cuando toca el atacante de Tottenham la pelota. Igual ovacionan a Arturo Vidal, demostrando que la conectividad y las redes han convertido al mundo en un pañuelo, y que el chileno también forma parte de la cultura milenial.
Al final todos felices. La selección por volver a jugar después de 96 días y salir dignamente del paso, y los coreanos porque se escaparon jabonados. Y las niñas del K-Pop porque tuvieron una noche de fiesta que poco tuvo que ver con el fútbol, porque, a la larga, lo que quedó de Suwon fue el homenaje a los héroes que ganaron la Copa Asiática y quedaron eximidos del servicio militar. Eso sólo vale mil festejos y miles de cachitos para el cielo.