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Columna de Aldo Schiappacasse: Las 7 cosas que más nos duelen

Revisa la opinión del comentarista de Al Aire Libre en Cooperativa.

Columna de Aldo Schiappacasse: Las 7 cosas que más nos duelen
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Duele la indolencia. Es increíble haber quedado eliminados por diferencia de goles y haber recibido ocho tantos en las últimas cuatro fechas. El derrumbe del equipo fue tan notorio después de la Copa Confederaciones que el discurso de Arturo Salah ("no hay que analizar sobre la base de resultados") parece una ironía. Se jugó tan mal en la fase decisiva -incluido el triunfo sobre Ecuador- que es una eliminación sin atenuantes.

Duele la desidia. En el discurso final de Pizzi no hay nada parecido al dolor. Es el fin de un ciclo y yo ahora me voy, es el doloroso resumen de las palabras del entrenador, que dijo "no estar dispuesto a desnudarse" ante los periodistas que le requerían apenas una opinión futbolística del fracaso. Anunció que hará un informe (que esperaremos con ansias) y a otra cosa mariposa. Él se irá sin una flagelación aparente, mientras nosotros quedaremos en un páramo yermo, la peor de las pesadillas para una generación que mereció un mejor final.

Duele la soberbia. Tendremos que recordar siempre que hubo rivales que se motivaron a partir de las declaraciones de Arturo Vidal. No podremos olvidar fácilmente la negociación de premios demandada por los jugadores ante un semi demente y casi prófugo Sergio Jadue, que significará desembolsar 10 millones de dólares en premios por una clasificación chingada. Y obviamente habrá que analizar lo sucedido con un grupo que creció desde la cohesión y terminó convertido en una bolsa de gatos, donde la señora del capitán desnudó una realidad a todas luces evidente. Un conventillo impropio, pero necesario. La ratificación de una verdad dolorosa no podrá ser achacada a la "prensa mentirosa", como la llamó Pizzi, sino a una fuente cercana y pública. La descomposición de las relaciones fue responsabilidad de "Macanudo", pero también de la directiva.

Duele el desguace. Desde el Mundial de Brasil y durante el ciclo más brillante de este grupo (las dos Copas América y la Confederaciones) la base fue siempre la misma. Diez jugadores casi fijos y un mediocampo sólido. Para el último cupo hubo una rotación acotada entre Hernández, Fuenzalida, Valdivia o un centrodelantero. Cuando Pizzi, en la última fecha doble, rompió esa línea marginando a Marcelo Díaz no sólo desarmaba el mejor mediocampo de la historia, sino que lo hacía sin tener un plan definido. Jamás quedó clara la pretensión técnica y, peor aún, fue demasiado evidente que transmitió inseguridad, desconcierto y confusión. Un entrenador que fue siempre conservador se puso a innovar cuando menos correspondía. Y, lo que es peor, todo el mundo se lo dijo.

Duele el despilfarro. Y ellos lo saben. Para los referentes de este grupo un tercer mundial era el corolario de una carrera irrepetible. De aquí en más viene el declive no sólo de la Roja, sino de sus propias opciones profesionales.

Duele la forma. Porque es la suma de todos los errores. Que finalmente fuera el TAS quien definió la clasificación es una bofetada a la conducción de este ciclo, donde los excesos verbales de nuestros hinchas significaron múltiples sanciones. Al final terminamos apostando a que los rivales nos hicieran la pega y -pese a la ayuda inmensa- ni siquiera supimos caer con elegancia.

Duele el futuro. Porque no hay mucho más. Ni trabajo formativo, ni recambio, ni competencias que permitan aprovechar lo poco que podría rescatarse del derrumbe. El próximo compromiso oficial es en junio del 2019, no hay ni luces de un sucesor y, paradojalmente, cuando la ANFP está en manos de un entrenador, el panorama técnico se ofrece más turbio que nunca. Viene un largo y doloroso tránsito hacia la nada, donde lo único que parece importar a nivel dirigencial -como ya es hábito- es la venta del CDF, para llenarse los bolsillos de dinero. Sin que este ciclo haya dejado, al menos, un nuevo Juan Pinto Durán.

Duele. Todo duele. Y mucho.